Por: Bienvenido Pérez García
<<No hay verdad absoluta; hay múltiples realidades, como dos espejos enfrentados.>>
Edgar Morin
Necesario Enmarcamiento.
No pretende este modesto trabajo en modo alguno despejar algunas de las inconsistencias, desavenencias o desacuerdos surgidos en la irrupción de una epistemología de la complejidad frente a la tradicional epistemología de las ciencias formales o axiológicas y experimentales o fácticas, pues al partir en ´flecha del tiempo´ con mis primeras nociones del pensar complejo y de la complejidad, sería un despropósito o un intento fraudulento establecer criterios y asertos que sólo revelarían mi pueril ignorancia. Preferiría, con el permiso de mi conductor y Maestro, deponer reflexiones, llamémosles ´pensares´, sobre el ´Episteme´ y su reenfoque a la luz de la nueva, emergente contextualización de Lo Complejo, que escapa a las explicaciones de los anteriores sistemas o métodos heurísticos. Proveo así, de inicio, un laborar laxo, incompleto y (muy) precoz de lo que aspiro a que en ulteriores y tal vez mejores aportaciones escritas posea algún valor neto, que muestre, de manera más objetiva y evaluable, mi progreso en el aprehender de esta naciente Ciencia, que a su vez parece mostrar un horizonte mucho más amplio y lejano en la ´medida´ en que va creciendo e incorporándose formalmente en el quehacer cotidiano, educacional y científico.
Auscultando.
Al reflexionar sobre los posicionamientos epistemológicos del discurrir histórico de la filosofía, nos damos cuenta que en este camino hemos recorrido las más variadas –y hasta antagónicas concepciones sobre el mundo, el conocimiento, el saber y la verdad: Desde el pensamiento de Gorgias, el llamado “Nihilista” que proclamó:
“No existe nada.
Si existe algo no lo podemos conocer.
Y si lo podemos conocer no lo podemos decir”
planteando así, la negación ontológica, la negación epistemológica y la negación informativa o comunicativa, hasta los relativamente recientes enunciados de los científicos e investigadores de La Complejidad que proponen que (quizá) podemos y no podemos conocerlo todo, y aún llegáramos a un límite o a falta de llegar al conocimiento de lo verdaderamente verdadero, podemos siempre interpretar hasta el infinito la verdad-realidad, acercándonos cada vez más a ella(s).
Cabe, en este inicio de mi ejercicio auscultar, reflexivamente sobre el episteme:
¿Existe una verdad última o suprema, totalizante, a la que están subordinadas todas las demás? ¿O acaso existen múltiples verdades e ilimitadas explicaciones o interpretaciones que aún en su secuencia infinita o interminable no podrían “agotar” la realidad?
¿Existe una realidad, una verdad fuera de nosotros (un mundo que es y funciona u opera separado de nuestra existencia) o está esta inextricablemente unida a nosotros los observadores, reflexores-conceptuadores y dimana de nuestro pensar? O planteado de otra manera:
¿Es el mundo independiente de nosotros, o una extensión inagotablemente interpretativa de él?
¿Podemos los observadores-conceptuadores poseer una aprehensión “real” de la verdad -lo verdadero- siendo parte, o estando dentro de ese inmensurable objeto observado? ¿Cómo lograr aprehender como sujeto aquello de lo que también soy parte como objeto?
¿Puede el lenguaje, la comunicación, ser suficientemente laxa, flexible e ilimitadamente expansible como para describir o representar saberes y/o ´verdad´ en la medida que esta verdad-realidad se torna más complicada y mejor aún, más compleja?
¿Tiene el tiempo un principio y por lo tanto un final, o acaso es una ´condición´ o estado que perpetuamente fue y perpetuamente avanzará? ¿Existe el tiempo separado de los procesos y flujos dinámicos del mundo, la realidad?
Para algunas de estas interrogantes, ciego aún como estoy, desde mi oscuridad, intentaré avizorar algún sesgo o chispa de luz. Otras, quedarán en mí sin respuesta, quizá por no saber preguntar, en este pensar que escribo, para mi gradual – conexión con el pensamiento complejo.
La Epistemología Tradicional.
El deseo o necesidad de conocer lo que ´está fuera de nosotros´ y a nosotros mismos, desde remotos e ignorados tiempos fundía en una sola esencia a ambos, buscando así la unicidad por la que, los humanos nos creemos o somos, de alguna manera, una copia o una expresión micro de todo lo que está fuera de nosotros y viceversa. El impacto de pensadores griegos, que permeó en el mundo antiguo, a partir, posiblemente del siglo VI a.C. fue atribuyendo con reflexión y observación una suerte de categorización o diferenciación entre el saber producto de la reflexión y el conocimiento producto de la observación y la experimentación. Este modo o quehacer del conocimiento fue extendiéndose a Europa y parte del Medio Oriente, deshaciendo y morigerando mitos, supersticiones, como manera de ver la vida, relegándolos a literatura o a creencias populares y/o folklóricas –tendencia que continuó en la, quizá injustamente calificada de oscura, Edad Medieval- mientras que varias culturas y pueblos orientales conservaron (al menos por mucho más tiempo) conjuntos y esquemas de conocer sincréticos.
El Renacentismo, un fenómeno socio-cultural de Europa (surgido con los burgos o espacios y oficiantes libres, el mayor acceso a las fuentes copistas de monjes de los escritos griegos y romanos, y finalmente al advenimiento del fenómeno de la multiplicación o potenciación del alcance del saber con la imprenta) volvió a colocar al hombre como el centro y la medida de todas las cosas y aumentar las oportunidades de que más personas de todo origen social o geográfico se dedicara a pensar, a observar, partiendo de conocimientos ya desarrollados por los antiguos y elaborando sobre ellos refinados o nuevos y diferentes saberes. Las universidades e institutos de Europa fueron transformando sus seculares pensa de lenguas muertas, literatura, historia, filosofía, geometría euclidiana (basados todos en una visión estática del tiempo y el mundo) en armazones académicos más correspondidos con las necesidades de conocimiento y de producción, impulsadas, parcialmente por el libre intercambio o compra y venta de bienes artesanales relativamente libres, al margen, o con menos determinación regimental de reyes y reinos. En esta ebullición de producción, comercio y albedrío relativos se produjo una especie de masa crítica para las asociaciones, gremios y comunidades no sólo de productores sino también de artistas y pensadores que, ya sea trabajando individualmente y compartiendo con los nuevos medios de difusión sus ideas y hallazgos, ya en pequeños grupos o ´escuelas´, ya en soledad, fueron decantando, esta vez definitiva y formalmente el quehacer filosófico o filosofía, del de las ciencias y a su vez separando estas –no por convenio sino como resultado del operar en ellas, en axiomáticas o lógicas –de criterio- y en empíricas o experimentales.
El progreso y difusión del lenguaje, asumiendo su mayor clímax como idioma, con ayuda de los impresos fue construyendo nuevos vocablos, acuñando novedades lingüísticas que se correspondieran a los nuevos conceptos de los saberes lógica o empíricamente alcanzados.
Tal vez como consecuencia de un muy largo –en el tiempo- patrón cultural aprendido, por el que tuvimos buenos resultados en nuestra cotidianidad al mirar y conocer los objetos, el mundo y a nosotros mismos en partes,(pedazos, segmentos, divisiones, componentes) nuestros cientistas, ya en el surgimiento de lo que podemos llamar sistematicidad científica, a partir del S. XVII, erigieron los cimientos de la gnosis de la ciencia disciplinariamente, es decir, por campos muy específicos del saber De la innegable influencia y aportaciones de Isaac Newton surgió la visión, que posteriormente se dio en llamar el esquema newtoniano, es decir, la manera que devino en clásica por varios siglos, de ver el mundo o su inteligibilidad bajo determinadas condiciones, que nos permitimos reproducir –por didácticos- de los ejercicios del Dr. Pedro Sotolongo:
- La clausura causal del mundo, que limita la existencia de todos los objetos y cosas del mundo –incluidos nosotros mismos- a causas físicas y materiales.
- La índole atomística del mundo, que entraña su decomponibilidad y carácter reduccionista.
- La reversibilidad de procesos, lo cual implica la no-direccionalidad o reversibilidad del tiempo.
- La condición determinista de todo fenómeno, lo que significa que a partir de conocer sus condiciones iniciales podemos conocer todo el pasado y predecir todo el futuro.
- La universalidad de leyes, que implica su validez en todo tiempo lugar y escala.
La Epistemología contextualizada en La Complejidad.
<<Nada es lo que parece>> Anónimo
<<El mundo es un sueño y despertar es volverse Buda>> El Canon Pali
- Génesis y Pincelada Histórica
Indudablemente que los humanos –seres, que hasta donde sabemos somos los únicos que tenemos larga y duradera consciencia de nosotros- hemos necesitado, precisado organizar los saberes que extraemos del mundo y de nosotros mismos. El auscultar, conjeturar, descubrir, explicar, organizar y comunicar los saberes a través de la reflexión, la observación y la experimentación a partir del siglo XVII, con la sistematización de la búsqueda y obtención del conocimiento, nos han servido para explicarlo de manera suficiente – pero siempre en tanto correspondidos con cada ambiente o contexto socio-temporal en que hemos trabajado para su obtención. Su reducción, representación, segmentación y aplicación han sido los soportes fundamentales con que hemos desarrollado los medios y ´extensiones´ para construir el mundo de los últimos tres siglos y medio.
Al encontrar en esa búsqueda comportamientos extraños en la naturaleza, que no eran susceptibles de matematizarse, al menos con los instrumentos clásicos, tímidamente, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, de manera más recursiva en la primera mitad del siglo XX y ya entrando esta búsqueda en auge de masa crítica en el resto del XX y el presente siglo, matemáticos, cientistas y experimentadores fueron descubriendo con sus hallazgos que las nociones que con tanta utilidad habían sido determinantes para la construcción del mundo moderno, resultaron insuficientes para, si no explicar, al menos describir y de alguna manera mensurar, tales fenómenos y procesos, presentes dondequiera y siempre, que se encontraban fuera del llamado `paradigma científico newtoniano´, a saber, de fenómenos o procesos causal y cerradamente físicos y materiales, irreversibles en el tiempo, no decomponibles en las clásicas estructuras atomísticas, no necesariamente deterministas, por lo que (sus procesos) no pueden ser integralmente conocidos en su pasado, ni ser predecibles a partir de condiciones iniciales y, no susceptibles de circunscripción a leyes universales y válidas en todo tiempo, lugar y escala.
El conocimiento, y por ende el acercamiento epistémico -´la verdad, en esta nueva frontera resultaba elusiva y los pioneros complexólogos y sus seguidores, de manera separada o no, hubieron de valerse de nuevos instrumentos y conceptualizaciones: enfoques matemáticos, como la matemática escalar, la aprehensión de la interdisciplinariedad, la experimentación más precisa, la re-concepción del tiempo y la modelación, ayudados con el advenimiento de la cibernética, por ordenadores cada vez más potentes, para ir desnudando una realidad que no era percibida ni tomada en cuenta por las ciencias formales ni las fácticas, y que el sentido común de la cotidianidad de los humanos sí las percibía de alguna manera, pero desdeñábamos o no reflexionábamos en esta seriamente, pues nos encontrábamos –y aún muchos se encuentran- encerrados en el ya secular paradigma disciplinar, lineal, reduccionista, reversible, entrópico, lógico-matemático.
Esto creó un nuevo acercamiento que no necesariamente desplazó el de la epistemología tradicional sino que la enriqueció con una nueva visión, un nuevo proceder indagativo con el que buscar el conocimiento verdadero: la Epistemología de La Complejidad, o Epistemología de 2do. Orden.
El nuevo enfoque epistemológico complejo fue sucesivamente validado por cientistas del siglo XX, entre ellos David Bohm, que al atacar el dogma de la elementalidad -dice: «Las leyes físicas primarias jamás serán descubiertas por una ciencia que intenta fragmentar el mundo en sus constituyentes.» Pero ya Blas (Blaise) Pascal había reflexionado y escrito más de doscientos años atrás, sobre la condición holística e interrelacionada de la realidad entre todo lo que la constituye: «Tengo por imposible concebir las partes al margen del conocimiento del todo, tanto como conocer el todo sin conocer particularmente las partes».
- Algunas Conceptualizaciones y más pinceladas históricas.
A partir del S. XVII empezó a operar este paradigma de la disyunción de la filosofía del de la ciencia y el de la ciencia del de la filosofía. (el materialismo absoluto y el espiritualismo absoluto son productos de esta disyunción). Edgar Morin advierte que no se puede continuar más con la disyunción, la reducción y el determinismo absolutos: “El problema de la Epìstemología Compleja, afirma Morin, es que, en última instancia es aproximadamente, el conocimiento del conocimiento. El pensador galo se pregunta: “¿Cómo concebir el conocimiento del conocimiento? “Debemos concebir que lo que permite el conocimiento es al mismo tiempo lo que lo limita. Imponemos al mundo categorías que nos permiten captar el universo de los fenómenos. Así, conocemos realidades, pero nadie puede pretender conocer La Realidad con ´L´ y ´R´ .”
Esto remite “la cuestión del conocimiento a un movimiento circular ininterrumpido. El conocimiento no se interrumpe. Conocemos las partes, lo que nos permite conocer mejor el todo, pero el todo vuelve a permitir conocer mejor las partes. En este tipo de conocimiento, el conocimiento tiene un punto de partida cuando se pone en movimiento, pero no tiene término. Tenemos que vérnoslas en la naturaleza, no solamente biológica sino física, con fenómenos de auto-organización que plantean problemas enormes” (Morin, “La Epistemología de La Complejidad”)
La Epistemología, el Tiempo y la Complejidad
<<La explicación del origen de la Humanidad no se encuentra en su pasado, sino en su futuro>> John Cage. Filósofo, músico…genio
¿Cambia el tiempo las verdades? Independientemente de que todo lo axiomáticamente aprehendido nos indique que, sí, la verdad única, última del mundo, de nosotros mismos, parece estar fuera de nuestro alcance. No así la sucesiva representación que de ella hemos venido realizando a través de las interpretaciones, de los saberes, de lo conocido y lo por conocerse. Siendo todo el universo un -todavía interpretablemente complejísimo- sistema de flujos que toman lugar en el macrocosmos en tiempos tan lentos y vastos que nuestra limitada vida biológica no cubre ni siquiera ínfimamente, o tan rápidos que ocurren en miles de sucesivas veces en el tiempo que nos toma pestañar, nos vemos obligados a reflexionar sobre el episteme, aquello de que trata la epistemología. Conceptualmente hemos abstraído esta ideal figura, tal vez, por la insaciable curiosidad que estas consciencias humanas en búsqueda de expansión hemos poseído desde nuestros oscuros y remotos orígenes, siendo quizá el más poderoso motor que nos mueve a aprehender, a indagar frente a la indefensión cognoscitiva de no saber –con certeza definitiva- qué somos y si existe un porqué somos y mucho menos un para qué.
El tiempo, la incontestable flecha que nos lanza hacia adelante, del que Napoleón respondiera “Sé lo que es, pero no sé definirlo y San Agustín comentara “Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si tuviera necesidad de explicarlo no lo sabría” también arroja cambios, independientemente de nuestra voluntad, que conforme a la época, lugar, sociedad y otros paradigmas contextuales en el que no queda atrás la innovación, va conformando saberes, verdades ¿temporales? con las que representamos lo conocido. He aquí el problema al que está confrontada la complejidad en el tiempo: Mientras que el pensamiento simplificante, reductor, determinista elimina el tiempo, o bien no concibe más que un solo tiempo (el del progreso o el de la corrupción), el pensamiento complejo afronta no solamente el tiempo, sino el problema de la politemporalidad en la que aparecen ligadas repetición, progreso, decadencia, incluso en procesos simultáneos para un mismo sistema.
La emergencia de la noción y el conocimiento de que nuestra realidad parece resultar mucho más compleja, densa y dinámica de lo que habíamos científicamente supuesto y de que, la multitudinaria presencia de los fenómenos de su proceso no responde a los esquemas teórico axiomáticos, o lógico-matemáticos con que clásicamente la representábamos, condujo a su reinterpretación, producto del nuevo indagar. Empezamos a re-entender, que todo fluye de manera constante, continua en el tiempo: aún los objetos considerados más inertes, los entes biológicos, las dinámicas fisiológicas, los mundos, las galaxias, el pensamiento, las sociedades, la evolución adaptativa, los vientos, huracanes, las mareas, los motines, los vuelos de pájaros, de insectos, los cantos de grillos, la forma de los objetos, presentando en sus procesos, bajo ciertas condiciones, formas y comportamientos muy peculiares. Pedro Sotolongo explica en el contexto socio-epistemológico del tiempo, nuestra vinculación y la articulación de Lo Complejo conforme a tres dimensionalidades con las que se construye la historia de todo (proceso): 1. Lo que está ocurriendo ahora; 2. Lo que ocurrió no hace tanto tiempo, y 3. Lo que ocurrió hace mucho tiempo.
El Saber, La Verdad y La Mente
<<Hay un principio de incertidumbre en el fondo de la verdad. Es el problema de la epistemología; es el problema de la dialéctica; es el problema de la verdad.>> L’intelligence de la complexité, ed. por L’Harmattan, París, 1999
El saber, el conocer, no debe ser visto o examinado solo dentro del ámbito ontológico-epistemológico, pues nuestra naturaleza, esto de que estamos constituidos los seres humanos es una vasta complejidad cuya totalidad no puede ser de modo alguno explicitada y de la que el pensar, el conocer y su producto, el conocimiento , son consustanciales a esta complejidad.
Conforme al nuevo pensamiento complejo, el cerebro, órgano al que fisiológicamente se identifica con la actividad intelectual es una parte de un todo que a su vez, está inmerso en el todo óntico y fisiológico del ser humano y su interacción, y retro-interacción de uno con otro, es aún -¿quizá para siempre será?- inmensurablemente compleja.
La Complejidad –llamémosla así, por nuestras limitaciones lingüísticas y epistemológicas, organizó en el ser humano un muy particular centro procesador de intrincados y multitudinarios flujos que tienen lugar en 100,000 millones de células neuronales, cada una con un promedio de 7,000 conexiones sinápticas -es decir, circuitos químico-eléctricos- con otras neuronas, que no sólo sostienen el funcionamiento de todos los sistemas de la unidad corporal humana sino que procesa la información recibida desde fuera, la retiene y puede extraerla a voluntad conforme a necesidades y posibilidades, asociándola asombrosamente con otras memorias al examinar las realidades que vienen de fuera y las realidades o consciencia que se forman en nuestro interior, recombinándolas para producir nuevas memorias de estas retrointeracciones, produciendo así las más variadas abstracciones ayudadas por una figura del intelecto, que aunque con nombre, también cae dentro de las parcelas no clarificadas de la mente: la imaginación.
Nos explica Paul Mc Lean que el cerebro es –no sólo- hipercomplejo sino también «triúnico», pues porta en sí, no como la Trinidad, tres personas en una, sino tres cerebros en uno: el cerebro reptiliano (celo, agresión -y yo agregaría huida), el cerebro mamífero (afectividad) y el neocórtex humano (inteligencia lógica y conceptual), sin que haya predominancia de uno sobre otro. Al contrario, hay antagonismo entre esas tres instancias, y a veces, a menudo, es la pulsión que gobierna a la razón. Pero también, en y por ese desequilibrio, ese alejarse de los centros atractores balanceadores o estabilizadores del flujo surge una transformación de éste con nuevas o diferentes propiedades intelectivas entre las cuales figura la imaginación.
Hay un pensar lingüístico y un pensar no-lingüístico que toma lugar independientemente de nuestra capacidad de verbalizar nuestros pensamientos, que aun no habiéndose cuantificado ocupa, por decirlo de alguna manera, un mayor espacio de uso y que produce ideas, y quizá, más asociado o conectado con nuestro espíritu, aquello inmarcesible, del que forma parte la intuición, los presentimientos y todo el sesgo aun incognoscible, a cuya aprehensión probablemente puedan eventualmente acercar más las Ciencias de la Complejidad. Las emociones, los sentimientos, todavía asociadas con nuestro cerebelo, el cerebro reptil, han sido dimensionadas y recategorizadas por los nuevos descubrimientos de la psicología y están ineluctablemente asociadas e integradas al complejo flujo intelectivo. Howard Gardner, el gran descubridor y expositor de las inteligencias múltiples, con la ayuda de cientistas e investigadores académicos de todas las regiones del mundo, estableció, al principio de la década de los ´80, con su revolucionaria obra ´Las inteligencias múltiples´, la presencia concreta de (hasta ahora, descubiertas) seis inteligencias, además de la lógico matemática y la lingüística, entre las que destaca la inteligencia emocional, a su vez, arbitrariamente segregable en Intrapersonal, es decir la capacidad de conocerse, de inspeccionarse a uno mismo, a la que también llama inteligencia espiritual y la inteligencia interpersonal que es la capacidad de entender y hacerse entender por, el otro. De esta manera se sacó a las emociones como fruto exclusivo del instintivo cerebélico y se le posicionó formalmente como parte de la actividad intelectiva, al adjudicar su inseparable rol del quehacer intelectual y de la propiciación del conocimiento.
¿Qué es la complicación? Cuando hay un número increíble de interacciones, por ejemplo entre moléculas en una célula o neuronas en un cerebro, ese número increíble de interacciones y de interretroacciones sobrepasa evidentemente toda capacidad de computación -no solamente para un espíritu humano, sino incluso para un ordenador muy perfeccionado- y entonces efectivamente es mejor atenerse al input (lo que entra) y al output (lo que sale); la complicación es el enredamiento de interretroacciones. Henri Atlan, científico de origen franco-argelino justamente precisó, “No estamos constituidos por células; estamos constituidos por interacciones entre esas células.
La mente pues, ese no bien definible con que designamos todo el flujo que opera en nuestro cerebro y por sus retro interacciones, también fuera de él, nos permite representar, mediante nuestras percepciones y sus procesos, una realidad que contextualmente damos o consideramos como ´la´realidad´, sobre la que elaboramos conocimientos a los que atribuimos categoría de verdad. Y esta operación resulta invariablemente idéntica también en los poseedores de mentes más inquisitivas, con mayor percepción, indistintamente del entrenamiento lógico, sistémico, adquirido para auscultar, reflexionar, o experimentar. El instrumento es el mismo, aunque los resultados de tal operación resulten para estas mentes cualitativamente diferentes.
Mas, los paradigmas, estas maneras de ver e interactuar con el mundo, conforme al tiempo (y el lugar y la sociedad) y los medios advenidos para esta interactuación –las extensiones del hombre-, sobre todo los mega-paradigmas, como lo fue el newtoniano, han inclinado –e inclinan todavía hoy día- una no desdeñable parte del pensamiento científico en direcciones que permiten ´puntos ciegos´, espacios no percibidos, aposentando a los que operan bajo su influjo en una especie de zona de confort que les hace resistir a la búsqueda objetiva, verdaderamente desapasionada, de la no-linealidad, la impredictibilidad, la no reversión del tiempo, la irreductibilidad, la incertidumbre, de una enorme variedad de procesos y flujos presentes en todo: el mundo, el o los universos, toda la vida y nuestra humanidad. Los pioneros en el reciente pasado y al presente los cientistas complexólogos, ya operativamente en matemáticas y modelaciones, ya experimentalmente en cuidadosos experimentos (como el caótico en los cambios de estado de los cuerpos líquido y gaseoso efectuado por Harry Swinney y Jerry Gollub) ya en inferencias erigidas sobre tales modelaciones, han ido documentando, reconformando, una nueva manera de ver y conocer, la realidad y la contextualizada verdad a través del paradigma de la complejidad .
Como nos señala Edgar Morin, el conocimiento ha estado fundamentado en dos tronos: el trono de la realidad empírica y el trono de la verdad lógica; de este modo se controlaba el conocimiento. Los principios de la epistemología compleja son más complejos: no hay un trono; no hay dos tronos; en modo alguno hay trono. Existen instancias que permiten controlar los conocimientos; cada una es necesaria; cada una es insuficiente.
Estas reflexiones sobre epistemología compleja y su asociación inseparable con el medio operacional del que surge -el pensamiento y su instrumento insignia –el cerebro humano si bien modestas, tal vez puedan ser mejor resumidas por Morin: al solicitar que en ella “se reintegre un personaje ignorado totalmente, es decir, el hombre en tanto que ser bio-antropológico que tiene un cerebro.
Tal vez, luego de visitar estas reflexiones y precisiones de connotados `pensadores de La Complejidad pueda perogrullar un intento de respuesta a la primera interrogante (¿Existe una verdad última o suprema, totalizante, a la que están subordinadas todas las demás? ¿O acaso existen múltiples verdades e ilimitadas explicaciones o interpretaciones que aún en su secuencia infinita o interminable no podrían “agotar” la realidad?) Al parecer, no hay último, final, definitivo, verdadero saber, sino, saberes cambiantes, interminablemente metamórficos, por usar un vocablo orgánico. Los hallazgos de la ciencia de La Complejidad nos indican que todos los flujos o procesos (y el mundo, entendamos todo el universo, nosotros incluidos) de una forma u otra experimentan una recursión, por la que una y otra vez, un flujo que se torna caótico, se descompone, disipa y exporta de sí, y auto-organiza, y este comportamiento también se extiende emergentemente, es decir, de lo local a lo global, afectando o impactando a lo global, que a su vez en su flujo afecta e impacta de nuevo lo local y así en sucesión, formando un bucle permanentemente recursivo. El saber, la verdad, es pues inagotablemente dinámica, cambiante y puede ser ilimitadamente aprehensible por nosotros.
El Cognoscente y lo por conocer: Objeto y Sujeto del Conocimiento
<<Soy yo acaso el que miro, o quizás soy lo mirado?>> Perplejidad Epistémica del Pantalla Vidente.
La segunda interrogante a la que me he atrevido a acercarme en procura de alguna respuesta: ¿Cómo podemos observar un objeto sin ser parte de lo observado? Esta imposibilidad planteada por algunos filósofos ha sido explicitada, de manera más formal por pensadores cientistas como los físicos Niels Bohr y Werner Heisenberg, quienes establecieron como consecuencia de sus estudios y experimentos en física cuántica que “cuando se examinan los procedimientos experimentales por medio de los cuales podrían medirse las variables resulta que la medida siempre acabará perturbada por el propio mecanismo de observación”. Aún de manera más profunda, el problema disyunción-conjunción observador con lo observado –objeto-sujeto- se plantea en la sociología y la antropología y así lo hizo el físico francés Léon Brillouin, con su teoría de la información Esta incertidumbre es extensible a todos los campos del conocimiento:
El pensamiento simplificador del esquema newtoniano se fundó sobre la idea de que el mundo que experimentamos es independiente del que lo conoce, lo que implica la idea de la disyunción entre el objeto que se pretende conocer y el sujeto que lo percibe o concibe.
Pero esos encuentros con los fenómenos y procesos que, revisitados con nueva óptica de indagación no respondían a este esquema del conocimiento precisaron de una nueva solución, una nueva ´figuración´ con la que dar respuesta a las limitantes planteadas en el llamado Trilema de Munchausen (Círculo vicioso o silogismo; petitio principii, o axiomático: dar por sentado un conocimiento fundamentado solo en su propia base o interrumpir (abandonar) arbitrariamente el problema en algún punto.) Esta solución o respuesta partió de los planteamientos de Kurt Gödel en 1930, para las ciencias axiomáticas o formales, cuyo teorema establece que ningún sistema formal o axiomático coherente puede englobar a su propio meta-sistema (la parte no puede englobar al todo) por lo que éste será incompleto, ya que faltan (otros) axiomas y si es (diríamos mejor, si fuere) completo entonces no puede establecer su propia no-contradictoriedad, y el de Thomas Kuhn, para las ciencias fácticas o empíricas, en su famosa obra “La estructura de las revoluciones científicas” (1962), quien por su parte estableció que todo paradigma (entendamos, modelo conceptual y perceptivo) aceptado para uno u otro saber fáctico no se erige exclusivamente sobre un fundamento exclusivamente intra-ciencia.
Ambos coincidieron y establecieron, para cada una de las categorías de ciencia, fácticas y formales que el saber “verdadero” no es tal, pues no es de índole meramente lógico-formal (Gödel) ni de índole meramente intracientífica (Kuhn) sino que se extiende, hunde o enraíza hasta ciertas circunstancias de la vida cotidiana, convirtiéndose por fuerza de uso -a posteriori- en ´axiomas´ (Gödel) o en el quehacer cotidiano de las comunidades científicas(Kuhn) propiciando así el surgimiento de la 3ra figura que zanjaría la disquisición objeto-sujeto: la contextualización, que constituye la manera de percibir el mundo en un tiempo y por una comunidad o sociedad dados. Con la adición de este 3er elemento la Complejidad, su pensamiento y ciencia emergente toma posición formal en el quehacer científico y en la búsqueda del conocimiento.
Como sujetos observando o tratando de conocer lo complejo siempre podemos quedar encerrados en el dilema epistemológico surgido de la manera como comprendemos e interpretamos al mundo frente a como el mundo es. Podemos así extender las interrogantes propias de ambas: ¿Cuán complejas son nuestras descripciones (del mundo)? frente a ¿Cuán realmente complejas son las cosas (de ese mundo). Siguiendo las ideas de Paul Cilliers es posible que el mundo no resulte complejo, sino nuestra manera de auscultarlo y de interpretarlo, al citar a Lee McIntyre: “Los sistemas complejos, al igual que los sistemas humanos no son ´de por sí´ complejos sino (que resultan) complejos cuando son descritos y definidos por un nivel dado de indagación” apuntando Cilliers a un infinito número de posibilidades de describirlo. El conocimiento, incluido el de lo complejo- es aquello que tiene o resulta en una significación como resultado de un proceso de interpretación. Siendo el sujeto –el cognoscente- algo complejo en sí mismo, este sujeto puede por tanto solo ser comprendido como algo que se contextualiza una y otra y otra vez. Esta contextualidad se extiende a todos los ámbitos y campos de la actividad humana incluida la social. No hay sólo condiciones bio-antropológicas del conocimiento, existen, correlativamente, condiciones socioculturales de producción de todo conocimiento, incluido el científico. Estamos en los comienzos balbucientes de la sociología del conocimiento.
En el vasto y complejo campo de lo social, “son las interacciones entre individuos las que producen la sociedad; pero es la sociedad la que produce al individuo” (Morin). He aquí un proceso de recursividad organizacional; lo recursivo se refiere a procesos en los cuales los productos y los efectos son necesarios para su propia producción. El producto es al mismo tiempo el productor
Como lo explica el Dr. Pedro Sotolongo en su trabajo ´Complejidad, sociedad y la vida cotidiana´ (Reframing Complexity: Perspectives from the North and the South, ISCE Publishing, 2007): las comunidades científicas así como las comunidades en general vinculan en forma dinámicamente interactiva lo macro-social en sus estructuras de relaciones sociales objetivas con lo micro-social, las subjetividades sociales individuales, a través de un tercer elemento contextualizante: los patrones de interacción social en la vida cotidiana.
Queda este reflexionar a mitad de camino. Abrigo alguna esperanza de poder tener eventualmente algunas respuestas a las preguntas que al inicio me hiciera (y también aprender a hacer las preguntas correctas). Me valgo como conclusión, en este punto o “estado de fase” de mi flujo de aprehensión epistemológica de Lo Complejo, de los señalamientos de Edgard Morin: “El problema no es que cada uno de los dominios disjuntos (del conocimiento, de las disciplinas, agrupadas en fácticas o experimentales o formales o axiomáticas) pierda su competencia. Es que (cada uno de estos) la desarrolle bastante para articularla con otras competencias, las cuales, encadenadas, formarían un bucle completo y dinámico, el bucle del conocimiento del conocimiento. Esta es la problemática de la epistemología compleja y no la llave maestra de la complejidad, de la que lo propio, desgraciadamente, es que no facilita llave maestra alguna.”
Resumidamente:
Debemos saber que no hay más privilegios, más tronos, más soberanías epistemológicas; los resultados de las ciencias del cerebro, del espíritu, de las ciencias sociales, de la historia de las ideas, etc., deben retroactuar sobre el estudio de los principios que determinan tales resultados.