Por: Magdalena Rathe

  1. Introducción

La filosofía constituye un ejercicio de reflexión general acerca del mundo y, dentro de éste, sobre los seres humanos. La ontología es la que se encarga de reflexionar acerca de la existencia, es decir, sobre el Ser y cómo éste se manifiesta, es decir, deviene a la existencia. La epistemología, por su parte, se encarga de reflexionar sobre el proceso de alcanzar el conocimiento, esto es, cómo podemos acceder al conocimiento del Ser o de la existencia. Por medio de la lógica organizamos el pensamiento. La ética se vincula con los valores y la manera en que estos se plasman, vale decir, la moral. Finalmente, la estética reflexiona sobre el proceso de generación de la forma y, en tal sentido, se vincula con la belleza, con el arte y la creatividad. (Sotolongo, 2017).

En la historia de la humanidad han predominado diferentes enfoques filosóficos, que se relacionan con la forma de comprender el mundo en épocas y lugares distintos. En este tiempo, en el cual estamos viviendo un cambio de época, se necesita una perspectiva acorde con el mismo, que permita superar la visión predominante en Occidente desde el siglo XVII – con el inicio de la “ciencia” como se conoce hoy en día. En este trabajo presentamos un breve recuento de dicha visión y de la necesidad de un punto de vista diferente, para pasar a recordar que la visión occidental no es la única y que otras visiones han contribuido al pensamiento de la complejidad que constituye una necesidad en el mundo de hoy.

  1. El enfoque filosófico clásico de occidente

El pensamiento occidental ha estado dominado por el racionalismo durante muchos siglos. De hecho, esto comenzó con la filosofía griega, donde en el siglo IV a.C. se desarrollaron la geometría euclidiana, el atomismo, la concepción de que la tierra es esférica y que gira alrededor del sol, igual que los demás planetas. Esta concepción racional se oponía al pensamiento mágico que había prevalecido en culturas anteriores. No obstante, al hacerse predominante el cristianismo durante la edad media, el occidente entró en una fase oscurantista, que impidió el desarrollo de la ciencia. A partir del siglo XV comienza un renacimiento del interés por las culturas griegas y surgen algunos pensadores que sientan las bases de la filosofía occidental de la ciencia, entre las que pueden citarse, primero, a Copérnico, Galileo y Kepler, sobre el universo heliocéntrico y, más adelante, a Descartes y Newton, sobre el movimiento, la inercia y la gravedad. Se conforma un conjunto de principios que se denominaron la “teoría clásica de la física”, que se hizo predominante a partir del siglo XVII y que todavía permea nuestra cultura actual, con muchos de sus principios formando parte todavía de los pensum de muchas carreras universitarias.

Esta intelegibilidad clásica o visión newtoniana del mundo, se basaba en cinco supuestos tácitos que se superponen y que pueden resumirse como sigue (Sotolongo, 2017):

  • La clausura causal del mundo: sólo existen causas físicas y materiales.
  • Su índole atomística: es posible descomponer todo lo que existe en sus partes y tiene un carácter reduccionista.
  • Los procesos del mundo son reversibles: no hay una direccionalidad en el tiempo.
  • El mundo es determinista: dadas las condiciones iniciales de un proceso, es factible predecir el futuro.
  • Las leyes que rigen en mundo son universales: tienen validez en todo tiempo, lugar y escala.

Esta visión del mundo fue muy favorable para el avance de la ciencia en muchos sentidos, particularmente de la física. Pero ciertos pensadores, sobre todo en el siglo XX, empezaron a cuestionar su validez, dado que no daba respuesta a fenómenos reales que podían observarse todos los días en las ciencias de la vida, en la meteorología, en el comportamiento de los mercados y muchas otras.

La ciencia clásica ofrecía un enfoque riguroso y determinista para responder al macrocosmos (orden, equilibrio, estabilidad, linealidad) y fue desarrollando técnicas probabilísticas para responder al “mundo de abajo”, o microcosmos. Pero dejaba sin respuesta una gran cantidad de fenómenos, que se han denominado “el mundo del medio” o el “costado irregular del mundo”, para el cual se necesita una nueva perspectiva. (Sotolongo, 2017).

  1. La nueva alianza

De esta manera, esta nueva perspectiva del mundo y de la ciencia, empieza a desarrollarse en las últimas décadas del siglo XX y la Escuela de Bruselas denomina “la nueva alianza”, la cual viene a satisfacer las necesidades de un cambio de época que estamos viviendo en este mismo momento, conjuntamente con el cual se está verificando un cambio trascendental en el paradigma de la ciencia. “Parte de esa revolución son, justamente, el pensamiento y las ciencias de la complejidad, que procuran entender el mundo desde una perspectiva diferente, como un proceso emergente de todas las áreas de la ciencia, el cual se caracteriza por superar el determinismo, integrar la realidad evidente de que el tiempo es irreversible, aproximándose a su comprensión con una visión holística, compleja, sistémica, ecológica, adaptativa, evolutiva, no lineal y transdisciplinar.” (Rathe, 2017)

En resumen, las características fundamentales de la nueva intelegibilidad son las siguientes (Sotolongo, 2017):

  • El Ser y los entes del Ser no son estáticos: no se trata de “objetos” sino de “procesos”, que requieren una aproximación dinámica.
  • Nuevas formas de existencia pueden surgir en circunstancias alejadas del equilibrio, de la estabilidad y del orden, en un tiempo de naturaleza irreversible.
  • Todo está continuamente en un proceso de cambio y transformación.
  • El universo está permeado de azar e incertidumbre.
  • El énfasis está en las conexiones en los procesos, su articulación, sus influencias mutuas.
  • Importancia del Todo, que es más que la suma de las partes: enfoque holístico, ecológico, con interconexiones entre lo local y lo global.
  • Acepta ámbitos cuantificables y otros cualificables.
  • Reconoce que los finales son abiertos y que existen infinitas potencialidades.

Esta nueva intelegibilidad necesita también de una nueva epistemología, es decir, de una nueva forma de acceder al conocimiento del Ser. La filosofía clásica enfatizaba la “objetividad” del conocimiento científico, descartando todo aquello que no fuera “objetivo”. En tal sentido, separaba al “sujeto” (cognoscente) del “objeto” del conocimiento.

La nueva epistemología incluye al sujeto, es decir, nosotros somos parte del mundo que estamos estudiando y no podemos separarnos de él. Para ello contextualiza la práctica cognitiva y se posiciona como una epistemología hermenéutica (Sotolongo, 2017). Se trata de un proceso deconstructivo que todavía está en marcha, pues aún predomina la figura epistemológica clásica.

Es preciso señalar que la oposición entre sujeto y objeto del conocimiento que es básica de la epistemología clásica, no siempre fue así. En la antigüedad se aceptaba la unidad del macrocosmos y el microcosmos, siendo los seres humanos parte del mundo, no separados de él, enfrentados y en oposición al mundo, sino en íntima unidad. Esta visión también predominó en Oriente hasta fechas muy recientes y todavía pervive, influyendo de algún modo a la nueva intelegibilidad que se está desarrollando mediante el pensamiento de la complejidad.

  1. El pensamiento oriental y su vinculación con el pensamiento complejo

Dentro de la orientación filosófica del Oriente, destaca el tema del universo como el resultado del interactuar entre dos polaridades: el Yin y el Yang.

La energía del Yang es fuerte, va hacia afuera, es agresiva, se asocia de manera arquetípica con la actitud y el carácter de lo “masculino”. Con el Yang se relaciona la mente analítica, el intelecto, la forma en que opera el universo y la materia física, la cual, justamente por su materialidad, es susceptible de fragmentarse, partirse en pedazos, para ser analizada. Esta forma de percibir el mundo permite el uso de la técnica para adquirir el conocimiento, una técnica que requiere “objetividad” y, por lo tanto, separa el sujeto del objeto (Rudhyar, 1980). A pesar de que la experiencia cotidiana nos muestra que el mundo constituye un proceso que fluye como un río, el que busca el “conocimiento científico” con la energía del Yang necesita detener ese flujo, aislar el momento para analizarlo objetivamente y tomar nota de una serie de eventos repetitivos que supone iguales. Esto implica una resistencia al cambio y, como tal, una forma de violencia, de separación entre lo que “es” y lo que “no es” (Rudhyar, 1980).

La energía del Yang aspira a “dominar la naturaleza” por parte del “hombre”, glorificando la “razón”, el “conocimiento objetivo” y la “lógica formal”. A esto puede agregarse la supremacía de la raza blanca y del patriarcado, habiendo ejercido el control sobre el mundo occidental durante centurias (Rudhyar, 1980).

En la actualidad, la marea está yendo al otro lado, hacia la energía Yin, justamente al tiempo que en varios órdenes de la vida se habla de la “Nueva Era”, cada vez más a partir de los años 60 del siglo pasado. Se dice – en los círculos esotéricos – que esa Nueva Era trae una transformación de la humanidad y un cambio en la cultura y en sus valores. Esto coincide con la Nueva Alianza y con el desarrollo del pensamiento de la complejidad en el abordaje de la ciencia. Por tanto, se trata de un movimiento más amplio que parece abarcar todos los aspectos de la vida y que aspira a unificar distintas disciplinas (transdisciplinar).

La energía del Yin responde a lo que trae la vida a través de la receptividad y la adaptación al cambio (adaptarse es aceptar y no resistir el cambio, tomando conciencia y encontrando “significado”). Arquetípicamente se asocia con el carácter y actitudes de lo “femenino”. Considera el Universo como una red inmensa de relaciones que vinculan una multitud de centros de conciencia y actividad en una dinámica de Totalidad o Plenitud (pleroma). (Rudhyar, 1980).

La filosofía del Yin es esencialmente holística, donde cada manifestación de la existencia es un componente de un Todo cósmico. En esta forma de ver el mundo, el que experimenta y la experiencia “son uno solo”. El Acto, el Actor y el Sentido del Acto se funden en un todo. El sentido se produce de la relación entre los opuestos. (Rudhyar, 1980).

  1. Ecología profunda, social y eco-feminismo

Tal como hemos indicado previamente, estamos actualmente inmersos en un cambio de época, en el cual los viejos paradigmas se están desmoronando y una nueva visión del mundo está emergiendo, todavía en proceso de construcción. Se trata de un proceso global que abarca todas las áreas de la vida, no sólo de la historia de las ciencias.

El nuevo paradigma se relaciona mucho con la energía del Yin a la que hacíamos referencia en el apartado anterior: se trata de una visión holística o ecológica del mundo, que reconoce la interdependencia de todos los fenómenos y los procesos cíclicos de la naturaleza.

Una escuela de pensamiento que transmite estas ideas es la “ecología profunda”, fundada por el filósofo noruego Arne Naess. “La ecología profunda no separa a los humanos – ni a ninguna otra cosa – del entorno natural. Ve el mundo, no como una colección de objetos aislados, sino como una red de fenómenos fundamentalmente interconectados e interdependientes. La ecología profunda reconoce el valor intrínseco de todos los seres vivos y ve a los humanos como una mera hebra de la trama de la vida” (Capra, 1998).

La concepción del mundo de Arne Naess es transdisciplinar, porque considera que no es posible abordar su conocimiento desde una sola perspectiva filosófica. El mundo de hoy requiere soluciones a diferentes niveles – personal, cultural, ecológico, científico y, en todos los órdenes. Acuña el concepto de “ecosofía”, para referirse a una filosofía personal de la vida destinada a lograr la armonía ecológica, la cual cada persona debe configurar de acuerdo a sus propios valores, creencias y aspiraciones. (Drengson, 2008).

La ecología profunda se diferencia de la ecología superficial en que tiene una concepción filosófica global de la vida, la naturaleza y el lugar de los seres humanos en ella como parte integral, sin valorarlos más que otras formas de vida.  La ecología superficial, por su parte, se refiere más a temas de contaminación, conservación de la naturaleza y otros asuntos, sin desarrollar una visión filosófica ni superar el antropocentrismo. La plataforma del movimiento de ecología profunda se resume en los siguientes puntos: (1) El florecimiento de la vida humana y no humana en la tierra, tiene un valor intrínseco; el valor de las formas no humanas de vida es independiente de su posible estrecha utilidad para los propósitos humanos. (2) La riqueza y diversidad de formas de vida son valores en sí mismos y contribuyen al florecimiento de la vida humana y no humana sobre la tierra. (3) Los seres humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y diversidad, salvo para satisfacer sus necesidades vitales. (4) La interferencia actual de los humanos en el mundo no humano es excesiva y la situación está empeorando rápidamente. (5) El florecimiento de la vida humana y de la cultura es compatible con una disminución importante de la población humana. El florecimiento de la vida no humana requiere dicha disminución. (6) Un cambio significativo de las condiciones de vida requiere de cambios en las políticas que afecten las estructuras básicas económicas, tecnológicas e ideológicas. (7) El cambio ideológico se refiere a la apreciación de la cualidad de la vida y en su valor intrínseco, más que en la búsqueda de un nivel más alto de vida. (8) Los que suscriban estos puntos tienen obligación de participar directa o indirectamente en intentar la implementación de los cambios necesarios. (Naess y Sessions, 1998).

Como se observa, el movimiento de ecología profunda no es sólo una visión de la vida, sino que también intenta constituirse en una plataforma política. Otras escuelas filosóficas que van en esta dirección son la ecología social y el eco-feminismo. Cada una de ellas hace aportes importantes a la nueva comprensión del mundo, la cual, en gran medida, procura hacer realidad la infusión de la energía del Yin en la nueva intelegibilidad y en la práctica cotidiana.

La ecología social trata del tipo de organización económica y social que ha llevado al mundo a la crisis en que se encuentra en la actualidad. Una de sus principales exponentes es Riane Eisler, que habla de un “sistema dominador”, que ha producido el patriarcado, el imperialismo, el capitalismo y el racismo – modelos de organización social que han devastado el planeta por sus características anti-ecológicas y explotadoras. Corrientes marxistas y anarquistas participan de este movimiento de la ecología social. (Capra, 1998).

Eisler, una pensadora austríaca que emigró a Cuba y luego a los Estados Unidos, ha tenido una influencia muy importante en esta vertiente de pensamiento, introduciendo el concepto de “teoría de la transformación cultural”, que contradice la noción de una progresión lineal desde una etapa de “barbarie” a una de “civilización”. En sus orígenes, la civilización se orientaba más hacia un sistema de sociedad (partnership o respeto mutuo) entre los diferentes grupos sociales. Luego de un período de caos, la sociedad se orientó más hacia la dominación – el patriarcado. El esfuerzo actual al que se compromete este movimiento es a revertir tal dirección. “La verdadera riqueza se encuentra en las contribuciones de la gente y de la naturaleza. Necesitamos un sistema económico que valore realmente el trabajo humano más importante: el trabajo del cuidado de la gente, empezando por la primera infancia, y el cuidado de la naturaleza”. (Eisler, 2007).

Otra línea de pensamiento derivada de la ecología profunda y social es el eco feminismo, que se orienta fundamentalmente a la crítica del patriarcado, como la base de esta dominación sobre la naturaleza y los demás seres humanos, el cual es la base de toda otra clase de explotación. El movimiento eco-feminista parte de que la mujer, en las tradiciones antiguas, se identificaba con la naturaleza. En consecuencia, la explotación de la mujer y de la naturaleza van de la mano, son parte de un mismo proceso. Por esta misma razón, la mujer y la ecología constituyen una afinidad natural.

La ecología profunda representa un cambio en el pensamiento, desde lo asertivo (racional, analítico, reduccionista, lineal) a lo integrativo (intuitivo, sintético, holístico, no-lineal); así como en los valores, desde lo asertivo (expansión, competencia, cantidad, dominación) a lo integrativo (conservación, cooperación, calidad, asociación). (Capra, 1998). Tal como puede verse, se trata, justamente de un cambio de balance, desde el Yang hacia el Yin – de la tradición china.

Esto nos lleva al tema de los valores, que constituye una parte central del pensamiento de la ecología profunda. “Mientras que el viejo paradigma se basa en valores antropocéntricos (centrados en el hombre), la ecología profunda tiene sus bases en valores eco-céntricos (centrados en la tierra). Es una visión del mundo que reconoce el valor inherente de la vida humana. Todos los seres vivos son miembros de comunidades ecológicas, vinculados por una red de interdependencias. Cuando esta profunda percepción ecológica se vuelve parte de nuestra vida cotidiana, emerge un sistema ético radicalmente nuevo.” (Capra, 1998).

Esta visión es muy necesaria en un mundo como el de hoy, amenazado por la propia acción humana de utilización indiscriminada de los recursos del planeta. En el paradigma clásico de la ciencia, la ética no constituía una parte importante, procurando separar los valores de los hechos científicos – en un afán de objetividad. Se requiere unos valores nuevos, donde los seres humanos somos parte de la naturaleza y por tanto, cuidamos de ella como de “nosotros mismos” como dice Arne Naess o mediante el “reverdecimiento del sí mismo”, como dice Joanna Macy, otra ecóloga profunda. Esto se extiende también para vincular la ecología con la psicología, al punto de que se ha desarrollado la expresión “ecología transpersonal” y la “eco-psicología”, para  mostrar la profunda conexión entre estos campos que, hasta hace poco, se veían completamente separados. (Capra, 1998).

Todos estos movimientos vienen a reforzar la idea de un cambio de paradigma, no sólo de la ciencia, sino de toda una cultura, dado que estamos presenciado un trascendental cambio de época. Por primera vez en la historia de la humanidad, nuestras acciones como seres humanos están teniendo consecuencias tan nefastas sobre el planeta, que ponen en peligro nuestra propia supervivencia y la de todos los seres vivos. Hoy, más que nunca, necesitamos contrarrestar la destrucción producto de la era geológica que nosotros hemos creado y que se ha llamado el  antropoceno; para ello, vale la pena recuperar los valores y la visión de la energía del Yin, a fin de conseguir un balance, cuidar y restaurar la vida sobre la tierra

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Capra, Fritjof. 1998. La trama de la vida: una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Barcelona, España: Editorial Anagrama.

Drengson, Alan. 2008. The life and work of Arne Naess:  an appreciative overview. Published in: The Ecology of Wisdom: Writing by Arne Naess. Edited by Alan Drengson and Bill Deval. Berkely, California, USA: Counterpoint.

Riane Eisler. 2007. The Real Wealth of Nations: Creating a Caring Economics. California, USA: Berret Koehler Publishers, Inc.

Naess, Arne & George Sessions. 1999. The Deep Ecology Platform. Published in: Philosophical Dialogues: Arne Naess and the Progress of Ecophilosophy. Edited by Nina Witoszek and Andrew Brennan.  Maryland, USA: Rowman & Littlefield Publishers, Inc.

Rathe, Magdalena, 2017. La Escuela de Bruselas: Su aporte al surgimiento de la ciencia de la complejidad, Santo Domingo.

Rudhyar, Dane. 1980. The astrology of transformation: a multilevel approach. Illiniois, USA: Quest Books.

Sotolongo, Pedro. 2017. Laminario sobre filosofía, Santo Domingo.