por: Yildalina Taten Brache

El presente trabajo constituye una reflexión que refleja mi comprensión y/o aplicación de los temas abarcados en su título. No tiene entonces la rigurosidad obligatoria de un ensayo académico. Debo confesar que al momeno de escribir estas reflexiones he tenido miedo. Un miedo por momentos paralizante.

Sobreponiéndome a lo expuesto en el párrafo anterior, decidí asumir lo planteado por Emilio Roger Ciurana en su texto Complejidad, Cultura y Solidaridad; y desde ahí iniciar una reflexión sobre sistemas dinámicos y morfogénesis, tomando como eje el concepto de jerarquía vinculado a la construcción de democracia. Asumiendo la democracia en su concepto teórico de sistema obligatoriamente inclusivo. Y estudiar su morfogénesis alejada del concepto, que ha permitido la conformación de sociedades desiguales en derecho, con poblaciones discriminadas y construyendo una naturalización de la subordinación. Pues se conceptualiza la jerarquía como sometimiento, construyendo un imaginario que la asume como superioridad de la persona, derechos y prerrogativas individuales, y no el ejercicio de una posición que asigna un rol determinado. Lo que en la práctica significa que la jerarquía en lugar de ser asignada al cargo que se ocupa, se asigna a la persona, y se valora y trata como si otorgara mayor o menor dignidad.

Ciurana afirma que “la complejidad es una cultura que, como toda cultura, hay que cultivar”. Asumiendo la cultura como producto y productora de la relación entre el saber y el mundo, en consecuencia, puede (y debe) ser vista desde diversos aspectos. En mi forma de aprehender su planteamiento, asumo que puedo entender la democracia como cultura. Y que la aprehensión de la misma, para que funcione como régimen político estará mediada por lo que la sociedad conceptualice, vivencie, asuma y entienda por los elementos que la sustentan.

La construcción de sociedades democráticas no están alejadas de lo que ya el Prof. Sotolongo ha explicado en su texto de Complejidad, sociedad y vida cotidiana: “las relaciones sociales se producen en ámbitos de poder, deseo, saber y discurso”. Estos ámbitos son los “atractores”, prácticas articuladas que se encargan de marcar las interacciones sociales cotidianas, que a su vez intervienen en la definición de las expectativas sociales mutuas para cada red de interacción. El sistema de jerarquías no escapa a esta explicación.

La cuestión de las jerarquías en la democracia es un asunto que, aunque no he profundizado en su estudio, siempre ha llamado mi atención. Me atrevo a realizar estas primeras reflexiones al respecto, porque entiendo que se relaciona con la morfogénesis social: Si la democracia se define como una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía; si se asume que es una forma de organización del Estado que funciona por decisiones colectivas, ejercidas mediante mecanismos de participación directa o indirecta, que son los que confieren legitimidad a la representación; si la democracia se supone que sea la forma de convivencia social donde, basados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las personas son libres e iguales en dignidad y derechos y tienen la obligación de comportarse fraternalmente; entonces, ¿por qué los supuestos regímenes democráticos se han encargado de establecer férreas y rígidas jerarquías donde quien ejerce la representación o la delegación indirecta para ejercer una función se transforma en “la autoridad”, y quienes en teoría tienen “el poder”, ese llamado “pueblo”, asumen un rol de subordinación y de inferioridad jerárquica?

El concepto de jerarquía puede mirarse desde diversas aproximaciones. Sáez Vacas[1]indica que, aunque aparece con mucha frecuencia en diferentes ramas del saber, da la impresión de que cada rama le asigna un significado distinto. Por ejemplo, en la astrofísica, para establecer una clasificación por niveles, se toma de referencia el tamaño o la densidad media de los cuerpos; en biología está centrado en la búsqueda de una organización donde la disposición de los elementos de un nivel restrinja su comportamiento, y favorezca la emergencia de nuevas propiedades.

Para dotar al ordenamiento jurídico de seguridad jurídica, en Derecho se asume como principio estructural una jerarquía normativa muy simple. El sistema de fuentes se ordena de forma tal que las emanadas por instancias de rango inferior no puedan contravenir a las que establecen los rangos superiores, so pena de nulidad. Y si hay dos reglas del mismo rango, en consecuencia, con la misma fuerza normativa, en caso de contradicción insalvable prevalece la posterior, y se entenderá que opera derogando la anterior. Además, pueden someterse a un criterio de ponderación de derechos a la luz de la Constitución y los principios jurídicos.

En lo social, y por consiguiente en los regímenes políticos que rigen la vida en sociedad, en este caso el régimen democrático, la morfogénesis que se ha generado de alguna forma se ha encargado de robarle el sentido al concepto como mandato de toda la población. Y asigna una jerarquía que esta conceptualizada no desde la noción de partes inter actuantes en un sistema complejo, que cumplen un rol determinado, sino desde la superioridad y la inferioridad.

Tengo mis dudas sobre las explicaciones e interpretaciones de los fenómenos naturales, a partir de las aprehensiones humanas; me parece que se imponen analogías a partir de la interpretación de la lógica de funcionamiento del ser humano, y se han asignado unas significaciones de subordinación a las estructuras que funcionan de forma instintiva o mecánica en el mundo animal o el mundo celular. No lo afirmo, pero soy atrevida. Me inscribo en el pensamiento de que, en los fenómenos naturales, hay una interdependencia funcional automática, donde cada parte cumple adecuadamente su rol, (y que cuando no lo hace es porque la intervención humana se lo ha impedido). En consecuencia, lo que funciona es un sistema coordinado y colaborativo, donde cada eslabón es importante y no podría funcionar uno sin el otro.

Todos los sistemas y subsistemas cumplen su rol, y cada rol es importante y fundamental para el funcionamiento del todo. Lo que no implica, tal y como nos ha enseñado la complejidad, que la definición de cada parte pueda dar la comprensión del todo, porque este siempre será más que la suma de sus componentes. Ahora bien, a mi modo de entender las dinámicas de interacción, esta interacción se encarga de explicar que la idea de estar en la cúspide del sistema no hace tu rol más importante, ya que no podrás desempeñarlo si no hay una base que sustente esa cúspide.

En los razonamientos de Sáez se establece que, cuando se refiere a las jerarquías, las organizaciones humanas tenemos un destacado ejemplo de las jerarquías de niveles, en las que cada individuo representa un centro de decisión, condicionado por las estructuras de mando que actúan sobre él. Aunque en principio tiene sus propios objetivos, inevitablemente la jerarquía que impone la organización influye de forma determinante en las decisiones que pueden tomar las personas que pertenecen a ella. Aquí otra vez, la reflexión vuelve a girar en torno al planteamiento inicial, el rol institucional que cada uno de los individuos le asigna una jerarquía. A mi entender, la situación problema está dada en la no comprensión que esto se le otorga al rol, no a la persona. La situación perversa de asumirse personalmente como superior, no radica en el rol, sino en la aprehensión del mismo que se hace socialmente, pues se coloca a quien tiene a su cargo la dirección de la organización, en una situación de privilegio, vinculada a la construcción de categorías de personas inferiores o superiores, y no de categoría de responsabilidades de mayor o menor riesgo, mayor o menor responsabilidad, mayor o menor perfil académico, etc., que puede implicar mayores beneficios, prerrogativas económicas, entre otras, pero no superioridad personal, en tanto y cuando todas las personas independientemente del rol asignado y/o impuesto por las circunstancias, sigue perteneciendo a la misma categoría y posee la misma dignidad.

Un buen ejemplo de lo planteado en el párrafo anterior: en la judicatura, el principio de independencia jurisdiccional se asume como bueno y válido, se defiende como garantía y seguridad a la ciudadanía de que los jueces y las juezas, al momento de tomar sus decisiones, que entrañan tanta responsabilidad; porque atañen a la libertad individual o a la afectación del patrimonio de los seres humanos, deben ofrecer la garantía de que todo se realizará respetando el debido proceso de ley, y que la decisión se vinculará a los hechos y a que los mismos hayan sido probados más allá de toda duda. Evidentemente lo que se quiere es proteger a la acción jurisdiccional de la posibilidad de influencia política, económica, familiar, o de cualquier poder fáctico que pudiese intervenir en la persona que juzga. Sin embargo, la morfogénesis ha operado para que el/la juezjueza asuma la independencia como un privilegio personal, que le da categoría de ser “la persona en la tierra que más se parece a Dios”; en consecuencia, debe recibir un trato especial y preferente en su rol de juzgador y en su persona.

Lamentablemente, la definición de jerarquía se asume desde la idea de relación de subordinación y dominación, lo que ha devenido en naturalizar categorías de personas y no de posiciones institucionales. Esos rangos o categorías dominantes se han usado para establecer modelos de lo humano. Primer modelo: hombre blanco, heterosexual y propietario. A partir de ahí, en mi aprehensión, los demás modelos y categorías pueden ser intercambiables dependiendo de las circunstancias: hombres blancos, heterosexuales aun no sean propietarios, en muchos casos los hombres negros heterosexuales y propietarios, estarán por encima de las mujeres, aun estas sean blancas, heterosexuales y propietarias. En todos los casos habrá diferencia por razones de clase, pobreza, raza, género, sexo, orientación sexual. Y todas estas discriminaciones permeadas por múltiples componentes, pero en todas las jerarquías juega un rol fundamental.

Por ejemplo, está la discriminación a las mujeres por su condición de mujeres, que tendrá gradaciones, porque evidentemente no es lo mismo que además de ser mujer, seas negra, pobre, lesbiana o transexual, a que seas una mujer blanca, heterosexual y propietaria. Pero de alguna forma, todas las mujeres, en su condición de mujeres, en algún momento de su vida han recibido algún tipo de discriminación. La discriminación a las mujeres es tan radical, naturalizada, arraigada y defendida por el statu quo, que hay testimonios de hombres transexuales que afirman que en su condición de hombres trans reciben menos discriminación que la que recibían cuando su cuerpo estaba identificado como femenino, y no es secreto que la transexualidad es muy discriminada, poco entendida y en general poco aceptada.

Hay diferentes formas de aprehender la jerarquía. Yo insisto en quedarme con la que visibiliza un sistema de roles diferenciados que se cumplen de forma sistémica, todos importantes y todos vitales para el funcionamiento de la sociedad; pero que no establecen diferencias entre las personas. Me parece que la estructura de niveles con que las matemáticas asume la jerarquía, puede ser muy importante para la comprensión de lo que planteo, pues estos niveles sirven para estudiar, comprender y procesar información. En consecuencia, no significa que este mal que para comprender procesos lo estratifiquemos y de ser necesario hasta los modelemos; el problema radica cuando por asuntos vinculados a lo racional/irracional, esa estratificación opera para la creación de ciudadanía de primera, segunda, tercera, cuarta, quinta categoría humana.

Volvamos a la democracia y la necesaria evolución de su morfología hacia la inclusión de todos los seres humanos. Rita Levi-Montalcini, afirma que el comportamiento humano no es genético sino epigenetico, y yo estoy de acuerdo con su teoría, en consecuencia, estoy convencida de que si trabajamos un concepto de democracia vinculado a lo que Maturana llama el reconocimiento del otro/a como legitimo/a otro/a, desde la infancia, con la educación, podremos lograr transformar el ambiente en el que vivimos, y el odio por lo diferente, la superación de la pobreza y de las desigualdades basadas en la explotación. Ahora bien, yo sé que esto no es inocente, quien educa a la infancia ya es adulto/a, así que es necesario trabajar en la morfogénesis actual, para lograr el cambio que podamos anhelar para el futuro.

Como sigue afirmando Levi-Montalcini, en los momentos críticos prevalece más el componente instintivo del cerebro, que se camufla de raciocinio y anima a razonar a algunas personas como si fuesen parte de una raza superior, y a actuar en consecuencia. A mí me parece que, si la sociedad hiciera conciencia de esto, podría hacer el gran cambio en la humanidad, pero los intereses particulares, el afán de lucro y la explotación, el poder por el poder dominan el escenario, en consecuencia, hablar de democracia se convierte en un mito. Y sin no nos hacemos consientes del mito, no podremos transformarlo, no hay forma de superar un problema, si primero no se asume como problema.

Pablo Navarro, en el texto Hacia una teoría de la Morfogénesis social, plantea interrogantes interesantes para los cambios que, desde su punto de vista, son necesarios: ¿Cómo debe ser la estructura para que el cambio sea posible en ella? ¿cómo debe ser el cambio para que pueda resultar compatible con la pervivencia de algún tipo de estructura?, refiriéndose a estructura social y cambio social, y la morfogénesis social. Afirmando que una estructura morfogenética es intrínsecamente dinámica y logra pervivir en su propia estructura a su propio proceso de cambio. ¿Será entonces que las estructuras transconcientes, esas que él define como formas de intencionalidad, son sobre las que debe actuarse para lograr una democracia funcional, desde los criterios de igualdad, dignidad, justicia y libertad?

Siguiendo a Navarro, me resultan muy interesante sus planteamientos sobre la relación individuo/nivel micro/macro social, y lo “radicalmente inadecuado” que resulta de la perspectiva individualista metodológica para dar cuenta de los fenómenos sociales humanos. Ahora bien, me resulta extraño que un planteamiento de ese tipo no tome en cuenta, no mencione, ignore completamente que la teoría feminista ya en 1968, con Kate Millet y la “Política Sexual” y Sulamith Firestone y la “Dialéctica del Sexo”, ya se refería a todos estos aspectos, posiblemente sin utilizar el término morfogénesis, pero evidentemente que la consigna “lo personal es político”, alude a la necesidad de confrontación de lo individual con lo social.

Para hablar de morfogénesis social y de democracia, necesariamente hay que considerar lo que todavía sigue siendo un problema, no para las mujeres, sino para el mundo: la discriminación por razón de género. Los derechos civiles, los derechos de reproducción, la paridad política y el papel de las mujeres en la era de la “globalización”. En definitiva, las relaciones específicas de poder entre mujeres y hombres, que no se resuelven de forma automática al resolver las situaciones de clase, raza, etnia, y todas las demás situaciones de discriminación que deben ser acometidas. En consecuencia, es cierto, que hay que mirar y resolver lo macro (Representaciones Estatales, Poderes Fácticos, Clases Dominantes en relación a pobreza, desigualdad, ahí también está la discriminación especifica por género, discriminación, inseguridad, salud, educación…); pero no es menos cierto que hay que mirar lo micro o individual y como se estructuran las relaciones de poder a lo interno de las familias, de las parejas y de las personas. Como lo definió Heidi Hartmann, la capacidad de adaptación del patriarcado a los diferentes sistemas de organización social existentes, pues la discriminación de género está latente siempre. Lo que a mi entender ha permitido que hablar de Estados democráticos sea un mito, porque a la vez son Estados patriarcales, que es incluso anterior al capitalismo, por eso no es solamente propio de los sistemas capitalistas.

Todo esto ha permitido crear ese otro sistema jerárquico que opera en la dicotomía femenino/masculino, que obviamente el feminismo y la revolución que causó en el siglo pasado, con la salida de las mujeres al espacio público, ha hecho que la dicotomía pueda presentarse de forma más difusa, pero que sigue latente y presente en la construcción del imaginario y en el accionar cotidiano de nuestras sociedades. Las mujeres siguen siendo discriminadas por el hecho de ser mujeres.

La propuesta sería lograr construir una democracia donde el sistema de jerarquía aluda a una asignación de roles a desempeñar en procura del bien social. Que retome el concepto de Poder como posibilidad de Ser y de Hacer, y que el mismo corresponde y reside en la sociedad en su conjunto. Lo que implica que la jerarquía no propicia subordinación y discriminación, sino un sistema y organización funcional para la convivencia social, donde los seres humanos seamos iguales y libres. Eso dicen los textos constitucionales de nuestros países y las Convenciones a las que nos adherimos en el marco de las Naciones Unidas, luego cuando alegamos que así debería ser, nos miran como si fuésemos seres extraterrestres. Quizás la morfogénesis debería ocuparse de estudiar la esquizofrenia de funcionamiento del mundo…

[1] Sáez Vacas. Complejidad y Tecnologías de la Información, Cuadernos de Tecnología y Sociedad No.3, Fundación Rogelio Segovia para el Desarrollo de las Telecomunicaciones, oct. 2009, consultado 19/4/2017 http://dit.upm.es/~fsaez/intl/libro_complejidad/8-las-jerarquias.pdf